Ir al psicólogo es en nuestros días una obligación. Mientras no seamos honestos con nosotros mismos, seremos incapaces de «mirarnos al espejo»; nuestros mecanismos de defensa no permitirán «vernos», y no podremos conocernos. Antes, todos teníamos un «psicólogo» cerca, y barato: tu boticario, tu párroco y especialmente el médico de cabecera, el de familia, él te conocía desde chico y sabía de tus dificultades psicológicas, familiares, las cuales podrían influir en tus enfermedades o dificultades.