La felicidad se mide de acuerdo al sufrimiento, es decir, se dice que uno es feliz si uno no sufre. Aunque va mƔs allƔ de simplemente no sufrir, empecemos por explicar el sufrimiento.

El sufrimiento de una persona comienza cuando uno es muy pequeƱo, puede ser por falta de cariƱo, abrigo, alimentaciĆ³n o por enfermedad. SegĆŗn nuestros genes y especialmente por nuestros padres o cuidadores, tendremos la protecciĆ³n necesaria para sobrevivir nuestros primeros aƱos. Durante la gestaciĆ³n y los primeros aƱos se gestan las debilidades emocionales.

Las debilidades emocionales son como baterĆ­as de automĆ³viles con caracterĆ­sticas de condensadores elĆ©ctricos (algunos dicen que se graban en el SNA), es decir, acumulan sufrimiento como energĆ­a emocional negativa, la que van soltando cada dĆ­a en pequeƱas descargas y a veces explotan soltando una gran energĆ­a cuando se reacciona violentamente; se recargan cuando las condiciones son contrarias a la seguridad, identidad o satisfacciĆ³n personal relacionadas a una emociĆ³n determinada. Las descargas de las debilidades emocionales pueden generar Angustia, Miedo, Ansiedad, Inseguridad, Llanto, Rabia, Enfermedad, etc. Ellas van a decidir nuestras vidas, creencias, nuestros cambios significativos, nuestras conductas y relaciones.

En nuestra niƱez, la relaciĆ³n con nuestros padres, hermanos y parientes en general, nos preparan para manejar las relaciones externas a la familia, ya sea en el colegio, el vecindario o la sociedad en general. Conforme pasan los aƱos, las condiciones de vida del niƱo acrecientan, reducen o mantienen la energĆ­a de las debilidades emocionales, se recargan cuando no satisfacen nuestros deseos, caprichos, expectativas o cuando nos atacan, critican o hieren fĆ­sica o psicolĆ³gicamente. Conforme crecemos aprendemos a no hacerle caso a ciertas provocaciones emocionales, a responderles sin sufrir, aprendemos a que si reaccionamos mal nos critican mĆ”s, y que si no reaccionamos nos pueden hacer mofas y tomar el pelo; aprendemos que si tenemos amigos nos sentimos protegidos, si sacamos buenas notas algunos pueden querernos mĆ”s, pero existe una probabilidad tambiĆ©n de que otros nos odien mĆ”s por envidia. Aprendemos que lo bueno no es sĆ³lo lo que nos enseĆ±Ć³ nuestra madre si no tambiĆ©n lo que se supone bueno que hacen los demĆ”s.

Conforme pasan los aƱos, nuestra feliz niƱez, sin grandes responsabilidades, se complica con cosas nuevas y sorprendentes como la muerte, las relaciones sexuales y la popularidad. Nuevas formas de sentir y sufrir aparecen en la vida de los niƱos en la pubertad. La generaciĆ³n de sufrimientos ya ha comenzado y se manifiestan mĆ”s y mĆ”s confusiones y vivencias que hacen desarrollar nuevas fortalezas y resiliencias, es decir, fortalezas relacionadas al manejo de las emociones, especialmente las negativas. El manejo de la ira, de los celos, del orgullo egoĆ­sta, de las relaciones interpersonales frustrantes, etc. se basan en la capacidad de manejar cualquier debilidad emocional que pueda hacer de que uno sufra mĆ”s.

Cuando se terminan los aƱos de secundaria aumentan los compromisos sociales, se deciden los estudios de una carrera y las relaciones de pareja, y todos complican la toma de decisiones, las cuales se vuelven de vida, es decir, la profesiĆ³n que se elija seguirĆ” hasta la jubilaciĆ³n y serĆ” la que decide la felicidad de uno, decidirĆ” la manera cĆ³mo hacer dinero para poder lograr obtener los medios para ser feliz, un carro, una casa y antes o despuĆ©s, una pareja y familia propia. La manera cĆ³mo se obtiene felicidad en la vida, con dinero o amor, se comienza a decidir en la adolescencia, con resultados mĆ”s o menos satisfactorios, y paralelamente, con los esfuerzos para conseguir los medios para ser feliz, se sufre las decepciones en caso de no lograrlos.

Cuando uno decide la pareja de su vida o una relaciĆ³n se vuelve seria, ya sea como novios o esposos, se juega con la felicidad para el futuro y nuestra trascendencia; son nuevas responsabilidades que dependen de lo que nos han enseƱado nuestros padres sin querer o queriendo, especialmente a la hora de decidir inconscientemente cĆ³mo debe ser la pareja; esto sucede a travĆ©s de conductas que compatibilizan con mi madre o mi padre o con cualquier persona que funcionĆ³ como imagen importante, protectora o fascinante, en la niƱez. Si se analizan las cualidades positivas y negativas de esa imagen, serĆ­a mĆ”s fĆ”cil tratar de reducir los sufrimientos que tuvo con la familia en la niƱez, repetidos sin darse cuenta en la relaciĆ³n de pareja, y sin saber cĆ³mo eliminarlos. La transmisiĆ³n de los sufrimientos sigue a la siguiente generaciĆ³n, a los hijos, considerando que los lindos abuelitos son los que probablemente enseƱaron a sus hijos (nuestros padres) cĆ³mo sufrir.

Los conflictos de pareja, basados en los conflictos familiares de origen de cada persona y junto con la modernidad, que enseƱa la independencia de las personas a decidir fĆ”cilmente una separaciĆ³n, hacen que haya rĆ©cord de distanciamientos, que afectan a las nuevas generaciones de hijos. Esas separaciones traen conflictos a los hijos que son empujados por los padres a decidir a quiĆ©n quieren mĆ”s, a convencerlos de que el otro es el culpable de el sufrimiento de todos en la familia, y aĆŗn siendo cierto lo que se les dice, los obliga a decidir algo que no quieren hacer: a decidir y decir a cuĆ”l quieren mĆ”s. Las peleas traen separaciĆ³n o divorcio y por lo tanto abandono de los hijos, aunque es el abuso y la violencia domĆ©stica lo que mĆ”s daƱo hace.

Cuando los hijos se van y forman sus propias familias el nido se queda vacĆ­o, eso trae soledad y junto con la jubilaciĆ³n, la inutilidad, las enfermedades de la vejez y las muertes de contemporĆ”neos, son los sufrimientos caracterĆ­sticos de la tercera edad. La muerte de la pareja suele ser muy doloroso aunque si sucede la de los hijos antes de la de los padres, es aĆŗn mayor.